domingo, 10 de febrero de 2019

Modernidad y control en el deporte


La vida hoy no es como hace 10 años. Ahora existe una generación que no recuerda el disquete y mucho menos los televisores a blanco y negro. Los smartphones y su al menos una decena de sensores cambiaron la forma como nos comunicamos con los otros y con todo aquello que nos rodea. Así, la modernidad nos ha envuelto en una paradoja: cada vez controlamos más los aspectos externos de nuestra vida pero esta, a su vez, es más aburrida.

Durante décadas nos hemos esforzado por tener control sobre terremotos y meteoritos que podrían venir de cualquier lugar del Universo y acabar con lo que conocemos como civilización. En busca de ese objetivo la humanidad ha generado tecnologías como el GPS (Global Position System) que permite controlar la posición de un objeto y quien lo tenga. Este comportamiento se ha ido extrapolando a todas las actividades humanas como, por ejemplo, el deporte.

Una muestra de ello es el VAR (video assistant referee), tan justo como tedioso, recientemente estrenado en el mundial de fútbol de Rusia y que ha causado tantas polémicas por su uso en el campo de juego. Así fue que, pasamos de tejer toda una maraña de suposiciones sobre la razón por la que el árbitro no pitó la mano de Maradona contra la Inglaterra en el mundial del 86 a saber que con 70 cámaras y un cuarto con 20 monitores, el árbitro podría haber solicitado el VAR y Argentina no tendría sino un mundial en su haber.

Pero más triste que quitarle a un país un título es eliminar la duda, el secreto, la especulación sobre lo sucedido y lo que pudo suceder. Eso hace parte de la esencia de la humanidad, hacer hipótesis y plantear suposiciones.

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Otro de los deportes afectados por la sobreinformación es el ciclismo en el que cada movimiento del ciclista está completamente monitoreado. Es tan así que, incluso en los entrenamientos en su país natal un ciclista de la talla de Nairo Quintana, que cuando ataca la montaña parece no tener jefes, antes de subirse a la bicicleta debe sincronizar su potenciómetro, un sensor puesto en los pedales que le mide todas las variables corporales además de trazar un mapa del recorrido realizado y la fuerza que hizo para superarlo. De esta manera, sus entrenadores en España saben cuando y cómo entrenó, y por supuesto los ayuda a conocer mejor el funcionamiento de su cuerpo y tener más control de sus posibilidades en competencia.

A primera vista esta idea es una maravilla y nos hace sentir orgullosos de lo mucho que avanza la tecnología, estos datos no los teníamos hace 30 años. Lo que se olvida decir es que las etapas son cada vez más sosas. Tiene razón Peter Sagan cuando dice que el ciclismo es cada vez más aburrido y lo es porque ya no hay cabida para la sorpresa, para lo inesperado, para eso que todos esperamos. Por ejemplo, que a Froome un día le dé la pájara y pierda 9 minutos como le pasó en el 2003 a Santiago Botero en el primer domingo de montaña cuando llegó al Tour como candidato a batir a Lance Armstrong. En esa época no había una computadora en la bicicleta que le dijera que aunque se sintiera mal, yendo con las fuerzas correctas en unos minutos podría volver al lote. El mejor potenciómetro eran sus sensaciones, entonces Botero cayó preso en las emociones y tiró por la borda sus posibilidades en el Tour. Ese día vimos nacer a Alexander Vinokuorov, gregario de Botero en el T-Mobile, quien lo intentó ayudar 3 veces y cuando se dio cuenta que su jefe de filas no respondía volvió al lote y al final logró estar en el podio de la clasificación general.

El control de la carrera que hace sentir tan orgullosos a los ingleses del SKY es aquello que tiene preso al ciclismo, el cual sólo se ve liberado cuando aparecen esos jóvenes corredores que olvidan los millones de dólares que puso su patrocinador y desde el primer puerto de montaña están dispuestos a romper la carrera y poner con los nervios de punta a los capos, a hacer dudar a todos de si la computadora dice toda la verdad. Esos corredores, esos killers como Contador o Egan Bernal son los amados por todos los que hacemos maromas para desde el trabajo ver la etapa fingiendo que trabajamos esperando lo inesperado. El ciclismo y la vida misma, para algunos no hay diferencia, merece ser liberada de la falsa sensación control y seguridad que nos vende la modernidad.




domingo, 6 de mayo de 2018

El tiro libre y la perfección



La primera vez que vi cobrar un tiro libre en un estadio de fútbol fue a Gustavo “el misil” Restrepo, recuerdo ese domingo que mi papá después de invitarnos a almorzar a mi mamá, mis hermanos y a mí nos preguntó si queríamos ir al estadio a ver al Atlético Bucaramanga. Entramos a la tribuna popular, a Sur como ahora se le conoce, la que está ubicada detrás del arco y da con la calle 14. Recuerdo bien que, cuando el Misil se paró detrás del balón, todos levantamos las manos para aplaudir como si fuera un ritual, yo tendría unos 11 años y para mí eso era un carnaval. También recuerdo cómo la pelota atravesó la barrera y se clavó en el ángulo y, aunque el arquero se lanzara con todas sus fuerzas, la gente sabía lo que iba a pasar, ¡gol!, ¡golazo!

Ese mismo día, también fue la primera vez que me fundí con mi papá en un abrazo de gol y celebramos una victoria. A partir de ese domingo fui durante 13 o 14 años más a esa tribuna que luego se convirtió en la sede de la Fortaleza Leoparda Sur , FLS, o la Fortaleza como la conocemos todos.

El tiro libre, es una sentencia que se dicta luego de que algún jugador del equipo contrario ataca violentamente a uno de los nuestros, la similitud al lenguaje de la guerra no es casualidad, pues quien no entiende el fútbol como un campo de batalla no sabe qué deporte está practicando. El tiro libre es uno de esos actos en el que la perfección está en todas partes, la idea principal consiste en pasar un balón por encima de 4 o 5 jugadores, la barrera, luego están los defensas dispuestos a no dejar pasar la pelota a como de lugar. Si logra superar esos dos obstáculos queda el portero, que tiene el papel del verdugo que quiere ahogar el grito de gol, la alegría de un pueblo. Es así como la libertad de ese tiro queda en entredicho.

Pero como el fútbol es una batalla, lo que hay que hacer el planear una estrategia y la mejor es que al patear la pelota y que esta se levante suficientemente como para pasar la barrera, pero no demasiado como para que no sobrepase el arco. Pero eso sí, lejos de las manos del portero. Entonces, la mejor opción es apuntarle a la cruceta, el cuatro o el ángulo, es decir, ese punto en el que la pelota, haciendo gala de ser una esfera, el sólido geométrico perfecto, quiere llegar donde dos rectas se unen formando un ángulo de noventa grados.

Es justo ahí donde recae la perfección del tiro libre, en hacer aquello que a primera vista es casi imposible. Esa es la belleza del fútbol. El deporte que se puede practicar con un amigo o contra once enemigos todos unidos con un mismo objetivo la alegría de acariciar la pelota, el balón, la bocha, la redonda, la pecosa o como quiera se le llame a la esfera que mueve al mundo.

domingo, 30 de octubre de 2016

Carta abierta a la directora de Colciencias

#CienciaSíPeroNoAsí 

Ciencia sí, pero no así. De esta manera se puede resumir las palabras de la directora de Colciencias Yaneth Giha que en el encuentro con rectores de universidades en Cartagena dijo que, $1,5 billones de los fondos de regalías para ciencia y tecnología están represados porque no se han presentado proyectos lo suficientemente buenos para acceder a esos recursos*.  

Esas palabras además de atacar la dignidad de los que todos los días intentamos hacer ciencia en este país son una afrenta para quienes durante varios años e incluso décadas han estado solicitándole recursos al Estado ya sea mediante Colciencias u otra ventanilla y siempre les han puesto un algún reparo. Cabe decir, entonces que la ciencia en nuestro país es una suma de esfuerzos individuales en el que a veces las Universidades como instituciones deciden apoyar algunos proyectos.  

Señora directora, salir a decir que no hay proyectos suficientemente buenos es descalificar el trabajo que durante años, sin descanso y sin recursos han hecho muchos científicos en Colombia. No se le olvide que según el presupuesto 2017 (por aprobar) el apoyo a Ciencia y Tecnología será del 1,2% con respecto al de Defensa y Policía. Si aquí los proyectos no son de la envergadura de Europa y Estados Unidos es por que aquí la ciencia es algo que de vez en cuando se oye en las campañas a la presidencia, pero que no hace parte de la agenda de quienes gobiernan.  

Le recuerdo que aquí quienes deciden quedarse a hacer un Doctorado en Colombia no tienen una beca sino un crédito condonable, al que para acceder hay que tener fiador. El dinero de este crédito, no llega mes a mes sino en dos partidas anuales y los beneficiarios no tienen seguridad social porque no son “trabajadores”. Sin embargo, este es uno de los programas bandera para llegar a la meta de 5000 doctores en el 2020, algo que según los cálculos no va a pasar. 

También podemos hacer memoria, hace unos años, surgió el programa “Es tiempo de volver”, donde algunos profesionales de nuestro país sintieron que era el momento de regresar porque ahora sí habría apoyo. El resultado fue que muchos de ellos al llegar se encontraron con que las Universidades no sabían cómo pagarles o simplemente no los podían recibir. Como si fuera poco, el salario les llegó en forma de OPS y el dinero que se les prometió para equipamiento hasta ahora se ha podido ejecutar. El resultado fue que muchos de ellos renunciaron al programa. Y como casi siempre sucede, este proceso no tuvo continuidad.  

Otro elemento valioso en este panorama y que no se puede olvidar es que los posgrados en Colombia son nuevos, pues muchos no tienen más 10 años de antigüedad y la mayoría están en plena gestación. Las Universidades se están adaptando para tener estudiantes que necesitan estar día y noche en sus laboratorios. Además, como dato curioso, le cuento que muchos grupos de investigación tienen como lugar de reuniones la cafetería de la Universidad.  

Así las cosas, si lo que se quiere es tener proyectos científicos que articulen Universidad, Empresa y Estado lo que hay que hacer es usar ese dinero para incentivar los grupos de investigación según la clasificación de Colciencias. Hay que construir nuevos laboratorios y equiparlos adecuadamente para poder competir y en algunas universidades donde ya no hay espacio hay que hacer el edificio completo. Se debe becar a los estudiantes de posgrado, Becar no Endeudar, e incentivar a los tesistas de pregrado. Mejor dicho, lo que hay que tener es una política de CyT que marque la dirección a la cual va a ir el país.  

Finalizo diciéndole, que en este país hay mucha gente que sabe cómo gastar ese dinero en proyectos muy ambiciosos como grandes observatorios Astrofísicos, pero eso requiere de tiempo y esfuerzo. Este proceso se demora por lo menos dos décadas para empezar a mostrar resultados que la sociedad pueda palpar. La ciencia no se hace diciendo hay plata pero ustedes son tan incompetentes que no proponen nada interesante.  

Christian Sarmiento
Mg. en Física


 

domingo, 11 de septiembre de 2016

Autoestima nacional


Autoestima nacional


Un día en una reunión del grupo de investigación, uno de los profesores, un Venezolano alegre, caribeño y con una visión de la ciencia de la que intenté aprender lo que más pude, le dijo a otro, un profesor argentino que le pone la pasión del fútbol a la ciencia: “A estos muchachos hay que subirles el autoestima nacional porque la tienen por el piso”. En ese momento me molestó que dos extranjeros nos dijeran en nuestra casa que nosotros, los Colombianos, no queríamos al país en el que habíamos nacido. Sin embargo, eran ellos de las pocas personas que alababan las ventajas y la belleza de nuestra tierra, mientras que nosotros en el bar nunca lo bajamos de “país de mierda”. Y si lo pensamos tenemos muchas razones para llamarlo de esa manera, tanto que hay una serie animada de los años 90 llamada El siguiente programa que resume todas esas cosas que en últimas son las que hacen que uno entregue el pasaporte con timidez y algo de miedo en los aeropuertos.



Este recuerdo llega cuando escribo esto con una emoción que me desborda. Ayer un Colombiano, uno de esos típicos hijos de nuestra tierra: con una cara mestiza, con manos de campesino, de familia campesina, como muchos de nosotros ganó la Vuelta a España, una de las grandes carreras del mundo.

Sólo en mi apartamento, se me aguaron los ojos cuando Nairo Quintana cruzó la meta luego de resistir los múltiples ataques de Chris Froome. Entonces entré a tuiter y entre tantos mensajes, la mayoría aplaudiendo la hazaña y mostrando cómo se sienten de orgullosos de ser Colombianos. Sentí muchas ganas de responderles: alegrémonos que esto solo pasa cada 50 años en este “país de mierda”. Luego pensé en eso que siempre decían mis profesores y rebusqué un poco en mi cabeza el porqué me pasaba eso.

Esa reflexión me llevó a recordar la segunda vez que estuve fuera de Colombia, fui a La Paz, Bolivia, donde por primera vez en mi vida supe qué se sentía caminar por la calle tarde en la noche sin estar pensando que me iba a pasar algo. Ver como alguien dejaba una maleta en el bus y nadie pensaba que era una bomba, sino que simplemente se le había quedado. Esas cosas tan simples, se quedaron en mi cabeza y ahí empecé a entender lo que había hecho en mí vivir en un país atravesado por la guerra y la violencia. Muchos podrán decir que no han vivido la guerra porque la guerrilla no les secuestró a un familiar o porque los paramilitares no los obligaron a pagar por su seguridad. Sin embargo, las secuelas de la guerra las tenemos en nuestro ADN violento en el que siempre pensamos que la mejor solución es la eliminación del otro. Todo este proceso de violencia continua ha generado en nosotros, como Colombianos, un rechazo a nuestro país, hemos estampado la imagen de un país que no nos ha dado oportunidades, donde nuestros padres son casi analfabetas. Un odio constante a todo, inclusive a lo bueno. De hecho, gran parte del rechazo al proceso de Paz está dado porque nadie confía en el gobierno, pero la verdad es que nos han dicho desde niños que no se debe confiar en nadie y nos lo repetían con vehemencia: en nadie. Siempre con miedo, siempre desconfiados, siempre alerta.


Ahora el país se mira al espejo y se pregunta: ¿tenemos derecho a intentar algo más que no sea la guerra? ¿Existe la posibilidad de que las discusiones se den en el congreso de la república y no en la selva matándose a tiros? ¿Podemos aprender a aceptar las diferencias entre nosotros aunque nos molesten? Ayer como país desde el más revolucionario de todos, hasta el más retardatario uribista estuvo frente a un televisor, seguramente en la misma tienda diciendo: ¡vamos Nairo!, ¡vamos Chavés!, ¡vamos Atapuma! Todos queríamos en el fondo que el mundo viera que somos mucho más que coca, marihuana y café.

sábado, 28 de mayo de 2016

¿Una buena educación garantiza nuestro futuro?

Es paradójico que en Colombia mientras la ministra Gina Parody afirma en televisión nacional que una buena educación es fundamental para el país y que esta es la garantía de un mejor futuro para los jóvenes, Semana y El Espectador publiquen artículos en los que hablan desde dos puntos de vista cómo los profesionales universitarios recién egresados son mal pagos y tienen poco futuro. 

El artículo de la revista Semana* resalta los malos salarios que tienen los recién egresados profesionales y la poca oferta laboral existente. Semana soporta sus argumentos con datos de la OCDE que dan mucho que pensar al afirmar que los geólogos tienen una tasa de ocupación de 88% que fueron estos unos de los más damnificados por la crisis del petróleo debido al alza del dólar. Es posible que no se haya tenido en cuenta que estos desempleados volvieron a la academia a hacer posgrados (que algunas multinacionales no les reconocen) ya sea dentro o fuera del país. Además, muestra la educación superior como una inversión que hacen quienes acceden a ella para de esta manera obtener mejores salarios en su vida laboral.

Por su parte, El Espectador** publica en su página web una seguidilla de fotos en las cuales el sociólogo  de la Universidad Nacional Víctor Manuel Gómez plantea en una serie de preguntas y respuestas sobre cómo la mala interpretación de la ley 30 de 1992 hizo que el país no avanzara en la dirección de generar institutos de investigación que le dieran relevancia a la ciencia y la tecnología con fines de insertarse en la nueva ola de la sociedad del conocimiento. Esto combinado con una serie de instituciones técnicas que formaran a los jóvenes para realizar tareas que no requieran gran insumo teórico. Lo anterior se muestra como un abrebocas del libro "La pirámide de la desigualdad en la educación superior en Colombia. Diversificación y tipología de instituciones".

Mediante una combinación rápida de los dos artículos se puede concluir que la razón por la que muchos profesionales, en especial ingenieros y científicos no tienen trabajo (y si lo tienen es mal pago) es que el país se concentró en la llamada ''formación para el trabajo'' lo que hace que un técnico o tecnólogo sea mucho más económico para una empresa que tener a un ingeniero. La pregunta aquí sería ¿Quién es el que le usurpa ese puesto al otro? El técnico al ingeniero o el ingeniero al técnico. La respuesta depende del contexto o mejor del país y para ser más claros del modelo económico pues en países como Alemania el ingeniero investiga y el técnico hace.

Cuando en el país se empezó a propagar la idea de que era ser mejor técnico que ingeniero, lo que realmente se dijo fue: es mejor tener una economía que se limite a extraer los recursos naturales y de esta forma nos condene a seguir en el tercer mundo. Otra sería la historia si hace 20 años hubiésemos iniciado el tránsito a la sociedad del conocimiento aprovechando nuestra ventaja de ser poseedores de tantos y tan valiosos recursos naturales. Y claro, en un país como el nuestro donde trabajar como investigador no esta categorizado en las ARL o fondos de pensiones, el estudiante de ingeniería que va a la universidad a comprender la técnica para generar nuevo conocimiento mediante la aplicación de la ciencia, piensa que su lugar es haciendo el trabajo práctico del técnico. En los dos casos se piensa que van a estar muy bien contratados y tienen su futuro material asegurado.

La educación es importante porque define el futuro del país, la economía y las políticas que lo van a regir y de qué manera va a avanzar dentro del ámbito internacional. Por ejemplo, Ecuador esta dando pasos agigantados con YachaiTech, por no ejemplificar con Brasil, Argentina y México que nos llevan dos décadas de ventaja. El futuro del país está en que los nuevos profesionales comprendan la sociedad a la que nos estamos enfrentando y que la educación que recibió no fue con el único y exclusivo objeto de llenarse las dos manos de dinero sino que tiene una misión en la sociedad que es la de ayudar a solucionar los problemas de su comunidad desde su puesto de trabajo. 

Finalmente, el tiempo para empezar a tomar la educación, la ciencia y la tecnología como motor y eje fundamental de la economía y la sociedad se agotan. Aunque existen algunas políticas de repatriación de científicos hay que empezar por clarificar los planes, sostenerlos a largo plazo y muy importante colocar en los puestos de dirección personas que conozcan el medio y no administradores que le llaman tecnología a repartir tabletas digitales en colegios.


 * Tomado de: http://www.semana.com/educacion/articulo/no-hay-trabajo-para-los-universitarios/473824 [revisado el 28 de Mayo de 2016]
** Tomado de: http://www.elespectador.com/noticias/educacion/mayoria-de-jovenes-colombianos-no-tienen-oportunidades-galeria-633216 [revisado el 28 de Mayo de 2016]

jueves, 15 de octubre de 2015

Y, ¿por qué?

Si supiéramos lo que estamos haciendo, no podría llamarse investigación.
A. Einstein


Es notable que esta pregunta sea una de las más repetidas en una conversación sobre algún fenómeno científico, en especial cuando la persona con que se habla no se encuentra inmersa en el mundo de la ciencia. Y la razón es que siempre se quiere saber de donde surgen todas las cosas que damos como verdaderas o falsas. Desde siempre nos hemos y no han preguntado: ¿por qué?. 

Cuando se realiza una exposición sobre los objetivos de un experimento surgen muchos porqués, por ejemplo porque usan X o Y técnica de detección, o porque quieren captar ese fenómeno y no otro, porque analizan los datos de esa manera, porque el experimento lo hacen en ese lugar del mundo y no en otro. A decir verdad ninguno de esos porqués hacen tambalear a ningún expositor y menos si este tiene experiencia en el área de estudio. 

Sin embargo, siempre hay un porque que losgra trastornar a los científicos, en especial a los que apenas empezamos, y es: ¿por qué eso es importante? hay todo un espectro de respuestas a dicha pregunta pero una sola verdad. Se puede decir que el experimento podría generar nuevas tecnologías (es lo que quiere oír Colciencias), de estas investigaciones surgirán algunas decenas o cientos de artículos en revistas de primer nivel (es lo que quiere oír los directivos de la Universidad), que podríamos encontrar eslabones de fenómenos no entendidos hasta ahora (es lo que quieren oír los estudiantes y colegas).

Finalmente, la verdad es solo una, casi nunca nos detenemos a pensar en porque lo hacemos y eso pasa porque en el fondo no nos importa. Y no nos importa, porque nuestra principal motivación es entender como funciona la naturaleza y esta se encuentra acotada por el campo de estudio. Lo que nos genera felicidad no son los artículos sino los descubrimientos que están allí y no queremos saber si eso se puede aplicar o no. Si se puede, pues bien también queremos ayudar a solucionar algún problema, pero sino tiene aplicación estamos igualmente conformes porque saciamos nuestra necesidad de conocimiento, solucionamos eso que no nos dejo dormir durante muchas noches, solucionamos esas ecuaciones que en la madrugada se repetían periódicamente y sin parar, generamos ese método computacional que compilamos en la cabeza mientras alguien nos hablaba y simulábamos poner atención.

Si quisiéramos aplicar nuestro conocimiento a las maquinas seriamos ingenieros, no lo somos. Nuestra tarea es generar problemas no solucionarlos y siempre preguntarnos: ¿por qué?, como ese niño que no sabe nada y quiere saberlo todo.



La Física es como el sexo: seguro que da alguna compensación práctica, pero no es por eso por lo que la hacemos.
R. Feynman 

domingo, 17 de mayo de 2015

¡Investigar es trabajar!

Los verbos vender, construir, lavar, etc. están asociados a un trabajo y si se corre con suerte ese trabajo será bien remunerado. Sin embargo, cuando alguien pregunta ¿cuál es su trabajo? y la respuesta es investigar, algunos se encogen de hombros, guardan silencio y buscan algún otro tema de qué hablar evitando la cuestión; como si pensaran que acaban de preguntar algo inadecuado. Pero hay otros un poco más atrevidos que contrapreguntan: ¡En serio!, ¿Ud. qué hace para ganarse la vida?, la respuesta sigue siendo la misma: investigar. Pero eso no es un trabajo de verdad, o sea ¿Ud. también dicta clase o hace alguna otra cosa? Porque si no ¿de qué vive? Y ahí está el punto, investigar no es un trabajo ‘de verdad’ o por lo menos que la gente lo considera serio. Y no lo es porque los trabajadores ‘de verdad’ tienen seguridad social, cesantías, vacaciones pagas una vez al año y prima de servicios.

Si investigar no es reconocido como un trabajo menos lo es ser Estudiante Investigador (EI). Labor que ni los propios estudiantes han reflexionado como un trabajo pues para muchos solo hace parte de un eslabón en su formación académica. Así las cosas, vale la pena desglosar cómo es la situación laboral de los EI en la UIS* (no muy diferente al del resto de universidades de Colombia).

En la Universidad Industrial de Santander se encuentran tres tipos de posgrados: subsidiados, de financiación mixta y auto-financiados. En los subsidiados el estudiante debe pagar como matrícula el valor de 2 SMLV cada semestre y la Universidad subsidia 8. Además, el estudiante puede participar por una beca de sostenimiento (ahora llamada crédito condenable) que le pagará el valor al que haya lugar por 5.5 meses; aunque la cifra de cuánto recibirá no está consignada en el reglamento estudiantil de posgrado, este monto actualmente equivale a 11 SMLV. En los programas de financiación mixta los estudiantes pagan entre 6 y 8 SMLV por semestre, se les subsidia el dinero restante y reciben la misma cantidad de 'beca' que los del programa subsidiado. Los del programa autofinanciado, como su nombre lo dice, pagan todo. Eso sin contar que la Universidad como ‘empleador’ exige exclusividad a sus ‘EI becarios’, es decir, no pueden laborar en otro lugar.

Pero hay más, el tiempo que pasa entre el momento que se le otorga la 'beca' y el primer pago es más o menos 45 días, aunque el contrato se puede firmar 2 o 3 días antes del primer pago que es el 30 de marzo o 30 de septiembre (dependiendo del semestre), como ha sucedido en los últimos años. Incluso en el semestre actual por cuenta de un cambio en la reglamentación de proveedores el pago se demoro un poco más. Eso sin contar que este pago es aproximadamente 700.000 COP, es decir, después de tres meses sin recibir pago y haber tenido que pagar la matrícula, con ese dinero los EI deben pagar las deudas generadas por 3 mese sin salario y ‘sobrevivir’ un mes más. Cabe aclarar que, a pesar de que el semestre inicia a finales de febrero la gran mayoría de los EI de posgrado inician labores a mediados de enero y van todos los días a sus puestos de trabajo, todo por amor a la ciencia y a lo que les apasiona.

En estos términos, tenía razón ese alguien que preguntaba sobre si investigar es un trabajo, pues este no es reconocido social ni contractualmente. Pero si vemos las actividades que los EI desarrollan sí que lo es. Cumplen un horario, contribuyen a uno de los pilares fundamentales de la Universidad: investigar y aún más son los que pasan de los proyectos de investigación a la realidad. Son la fuerza de trabajo de las Ciencias (Sociales y Naturales) e Ingenierías y su labor debe ser reconocida. De hecho, todos los que hacen parte del posgrado, tiene un título Profesional, son profesionales que se están especializando. No son simples estudiantes como los llaman algunos cuando los EI plantean la precariedad de sus condiciones laborales.

*Sigla de Universidad Industrial de Santander.