La
primera vez que vi cobrar un tiro libre en un estadio de fútbol fue
a Gustavo “el misil” Restrepo, recuerdo ese domingo que mi papá
después de invitarnos a almorzar a mi mamá, mis hermanos y a mí
nos preguntó si queríamos ir al estadio a ver al Atlético
Bucaramanga. Entramos a la tribuna popular, a Sur como ahora se le
conoce, la que está
ubicada detrás del arco y da con la calle 14. Recuerdo bien que,
cuando el Misil se paró
detrás del balón, todos levantamos las manos para aplaudir como si
fuera un ritual, yo tendría unos 11 años y para mí
eso
era un carnaval. También
recuerdo cómo
la pelota atravesó la barrera y se clavó en el ángulo
y, aunque el arquero se lanzara con todas sus fuerzas, la gente sabía lo que iba a
pasar, ¡gol!, ¡golazo!
Ese
mismo día, también fue la primera vez
que me fundí con mi papá
en un abrazo de gol y celebramos una victoria. A partir de ese
domingo fui durante 13 o 14 años más a esa tribuna que luego se
convirtió en la sede de la Fortaleza Leoparda Sur , FLS,
o la Fortaleza como la
conocemos todos.
El
tiro libre, es una sentencia que se dicta luego de que algún jugador
del equipo contrario ataca violentamente a uno de los nuestros, la
similitud al lenguaje de la guerra no es casualidad, pues quien no
entiende el fútbol como un campo de batalla no sabe qué
deporte está
practicando. El tiro libre es uno de esos actos en el que la
perfección está
en todas partes, la idea principal consiste en pasar un balón por
encima de 4 o 5 jugadores, la barrera, luego están los defensas
dispuestos a no dejar pasar la pelota a como de lugar. Si logra
superar esos dos obstáculos queda el portero, que tiene
el papel del verdugo que quiere ahogar el grito de gol, la alegría de
un pueblo. Es así como la libertad de ese tiro queda en entredicho.
Pero
como el fútbol es una batalla, lo que hay que hacer el planear una
estrategia y la mejor es que al patear la pelota y
que esta
se levante suficientemente
como para pasar la barrera, pero no demasiado como para que no
sobrepase
el
arco. Pero eso sí, lejos de las manos del portero. Entonces, la
mejor opción es apuntarle a la cruceta, el cuatro o el ángulo,
es decir, ese punto en el
que la pelota, haciendo gala
de ser una esfera, el sólido
geométrico
perfecto,
quiere llegar donde dos rectas se unen formando un ángulo
de noventa grados.
Es
justo ahí donde recae la perfección del tiro libre, en hacer
aquello que a primera vista es casi imposible. Esa es la belleza del
fútbol. El deporte que se puede practicar con un amigo o contra once
enemigos todos unidos con un mismo objetivo la alegría de acariciar
la pelota, el balón, la bocha, la redonda, la pecosa o como quiera
se le llame a la esfera que mueve al mundo.
0 comentarios:
Publicar un comentario