domingo, 6 de mayo de 2018

El tiro libre y la perfección



La primera vez que vi cobrar un tiro libre en un estadio de fútbol fue a Gustavo “el misil” Restrepo, recuerdo ese domingo que mi papá después de invitarnos a almorzar a mi mamá, mis hermanos y a mí nos preguntó si queríamos ir al estadio a ver al Atlético Bucaramanga. Entramos a la tribuna popular, a Sur como ahora se le conoce, la que está ubicada detrás del arco y da con la calle 14. Recuerdo bien que, cuando el Misil se paró detrás del balón, todos levantamos las manos para aplaudir como si fuera un ritual, yo tendría unos 11 años y para mí eso era un carnaval. También recuerdo cómo la pelota atravesó la barrera y se clavó en el ángulo y, aunque el arquero se lanzara con todas sus fuerzas, la gente sabía lo que iba a pasar, ¡gol!, ¡golazo!

Ese mismo día, también fue la primera vez que me fundí con mi papá en un abrazo de gol y celebramos una victoria. A partir de ese domingo fui durante 13 o 14 años más a esa tribuna que luego se convirtió en la sede de la Fortaleza Leoparda Sur , FLS, o la Fortaleza como la conocemos todos.

El tiro libre, es una sentencia que se dicta luego de que algún jugador del equipo contrario ataca violentamente a uno de los nuestros, la similitud al lenguaje de la guerra no es casualidad, pues quien no entiende el fútbol como un campo de batalla no sabe qué deporte está practicando. El tiro libre es uno de esos actos en el que la perfección está en todas partes, la idea principal consiste en pasar un balón por encima de 4 o 5 jugadores, la barrera, luego están los defensas dispuestos a no dejar pasar la pelota a como de lugar. Si logra superar esos dos obstáculos queda el portero, que tiene el papel del verdugo que quiere ahogar el grito de gol, la alegría de un pueblo. Es así como la libertad de ese tiro queda en entredicho.

Pero como el fútbol es una batalla, lo que hay que hacer el planear una estrategia y la mejor es que al patear la pelota y que esta se levante suficientemente como para pasar la barrera, pero no demasiado como para que no sobrepase el arco. Pero eso sí, lejos de las manos del portero. Entonces, la mejor opción es apuntarle a la cruceta, el cuatro o el ángulo, es decir, ese punto en el que la pelota, haciendo gala de ser una esfera, el sólido geométrico perfecto, quiere llegar donde dos rectas se unen formando un ángulo de noventa grados.

Es justo ahí donde recae la perfección del tiro libre, en hacer aquello que a primera vista es casi imposible. Esa es la belleza del fútbol. El deporte que se puede practicar con un amigo o contra once enemigos todos unidos con un mismo objetivo la alegría de acariciar la pelota, el balón, la bocha, la redonda, la pecosa o como quiera se le llame a la esfera que mueve al mundo.

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